Definición
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Diarrea crónica es, por definición operacional, todo
cuadro diarreico de duración superior a un mes. Como causa
de consulta, este problema representa uno de los más frecuentes
referidos al gastroenterólogo infantil y también es
de presentación habitual en Pediatría general.
En la
práctica ambulatoria, el niño con este problema suele
ser derivado al especialista con tardanza. La precocidad de la derivación
debería ser el objetivo prioritario en estos casos, ya que
las demoras influyen adversamente sobre el estado nutricional y demás
índices de salud del niño, además de producir
un gasto económico innecesario derivado de múltiples
consultas, deambulación por diferentes médicos y duplicaciones
de exámenes. Este capítulo se concentra en la diarrea
crónica del paciente ambulatorio y excluye el síndrome
diarreico de curso prolongado, y refractario, que representa una entidad
con características muy especiales, visto en lactantes hospitalizados,
y cuya frecuencia en nuestro país ha ido en pronunciado descenso.
Por las razones aludidas, es conveniente que todo niño con
diarrea crónica sea referido a un centro especializado. Aún
cuando una proporción elevada de pacientes con el síndrome
no muestran repercusiones sobre su estado nutricional, es importante
evitar en ellos la iatrogenia, manifestada principalmente en el abuso
de dietas excluyentes.
En nuestro medio, es todavía válida la consideración
de que la mayor parte de los pacientes con diarrea crónica
genuina (aproximadamente 70% de los pacientes) tiene una de tres entidades:
diarrea crónica "inespecífica" (a veces denominada diarrea
crónica "funcional"), giardiasis o enfermedad celíaca.
El conocer este perfil epidemiológico y poder dirigir la investigación
del paciente de acuerdo a un plan abreviado y bien reglado, simplificará
grandemente la labor del clínico enfrentado a este problema.
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Causas de Diarrea Crónica
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Existen múltiples causas de diarrea crónica
en pediatría que obedecen a muy diversos orígenes
y mecanismos fisiopatológicos. Hay variadas aproximaciones
o clasificaciones basadas en diversos parámetros; sin embargo
desde el punto de vista clínico, las más útiles
se basan en la edad del niño y en la presencia de mala absorción,
manifestada como compromiso nutricional. La Tabla 3.1 resume las
causas más importantes de diarrea crónica de acuerdo
a la edad del paciente al momento de la presentación de la
enfermedad. La tabla 3.2 describe algunas causas comunes de diarrea
crónica de acuerdo a la presencia o no de mala absorción.
Más adelante se describen aquellas entidades más frecuentes.
Tabla 3.1
Causas de Diarrea Crónica según la edad del
paciente
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menos de 6 meses |
6 meses-3 años |
más de 3 años |
Alergias alimentarias |
Diarrea crónica inespecífica |
Giardiasis |
Fibrosis quística |
Giardiasis |
Otras enteroparasitosis |
Síndr. de intestino corto |
Otras enteroparasitosis |
Enfermedad celíaca |
Deficiencia congénita de sacarasa-isomaltasa |
Enfermedad celíaca |
Diarrea sociada a antibióticos |
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Diarrea asociada a antibióticos |
Enfermedad inflamatoria intestinal |
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Alergias alimentarias |
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Fibrosis quística |
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Deficiencia congénita de sacarasa-isomaltasa |
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Tabla 3.2
Algunas causas de Diarrea Crónica
de acuerdo al compromiso de la absorción intestinal
que presentan
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A. Diarrea con mala absorción
1.- Condiciones que por lo general cursan con mala absorción
acentuada de la mayoría de los nutrientes
- Enfermedad celíaca
- Fibrosis quística
- Síndrome de Shwachman
- Linfangiectasia intestinal
2.- Condiciones que cursan con mala absorción ocasional
y generalmente moderada
Giardiasis
3.- Condiciones que cursan con mala absorción específica
de nutrientes
Deficiencia primaria de sacarasa-isomaltasa
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B. Diarrea sin mala absorción
Diarrea crónica inespecífica
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Diarrea Crónica Inespecífica
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Por definición, esta entidad se presenta sin mala absorción
de nutrientes y parece más bien ser secundaria a alteraciones
de la motilidad intestinal. Es muy frecuente en la práctica
pediátrica y se ve especialmente en niños de estratos
medios y altos. El diagnóstico de diarrea inespecífica
debe plantearse con razonable seguridad en todo paciente entre 6
y 36 meses de edad, que presente un cuadro persistente o intermitente
con deposiciones frecuentes, disgregadas o semilíquidas con
restos vegetales sin digerir, y en el cual no se ha comprobado impacto
en el estado general y nutricional, así como tampoco una
alteración de la absorción intestinal. Es necesario,
también haber descartado algunas patologías alternativas,
de relativa frecuencia, como giardiasis, criptosporidiosis o infección
por Clostridium difficile .
En la mayoría de los casos, el mecanismo de la diarrea parece
estar vinculado al consumo excesivo de líquidos (bebidas
carbonatadas, zumos de frutas, etc.) o de golosinas o productos
dietéticos que contienen fructosa o sorbitol, este último,
un alcohol edulcorante no absorbible. También se ha propuesto
una relación patogénica con la ingestión de
dietas pobres en grasa y con transtornos de la motilidad intestinal.
Con inusitada frecuencia, los niños con esta condición
son sometidos a dietas excluyentes de lactosa o de otros componentes
de los alimentos, con la idea equivocada de que padecen de una "intolerancia
a lactosa". Ésta es una de las entidades más sobreevaluadas
en la práctica clínica pediátrica y muy rara
vez se presenta en un niño que no esté sufriendo una
enteropatía específica que esté comprometiendo
visiblemente su capacidad absortiva. Al imponer al paciente un tratamiento
dietético muy excluyente se llega fácilmente a la
iatrogenia, ya que los niños frenan su ascenso ponderal a
causa de las variadas dietas restrictivas que reciben.
El manejo racional de la diarrea crónica inespecífica
debe basarse en la prescripción de un esquema de alimentación
absolutamente normal, con supresión o reducción drástica
de los líquidos o golosinas ya mencionados, así como
también de los líquidos fríos y la ingestión
frecuente de alimentos entre las comidas principales, con el objeto
de evitar la hipermotilidad intestinal. El uso de antibióticos,
medicamentos antidiarreicos y dietas de eliminación no tiene
fundamentos racionales ni ventajas terapéuticas y debe por
lo tanto evitarse. Junto con indicar una alimentación normal,
el pediatra debe proporcionar su apoyo y consejo a la familia ya
que, típicamente, los padres se muestran confusos y preocupados
ante la persistencia del síntoma y los repetidos ensayos,
infructuosos, de encontrarle una mejoría. |
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Giardasis
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Es la infección producida por el protozoo flagelado Giardia
intestinalis (o Giardia lamblia ). En Chile
esta parasitosis era la primera causa de diarrea crónica
infantil en los años '70 y '80, de acuerdo a las experiencias
de autores nacionales. Actualmente, parece seguir siendo de frecuente
prevalencia, pero no hay cifras recientes. Su espectro clínico
va desde los casos asintomáticos hasta la diarrea crónica
con mala absorción.
La giardiasis suele presentar más sintomatología a
menor edad del huésped. La presencia o no de síntomas
y de repercusiones en el huésped depende de la población
de parásitos en el intestino, y de la capacidad defensiva
del individuo. Probablemente, también sea importante la cepa
de G. intestinalis involucrada. La mayor parte de los
lactantes y preescolares infectados por este parásito tienen
diarrea de moderada intensidad, una mala absorción intestinal
subclínica o moderada, y pocas repercusiones sobre el estado
nutricional. Los niños mayores muestran efectos mucho menos
acentuados e incluso pueden ser asintomáticos. En general,
la infección es autolimitada con permanencia del parásito
hasta 9 meses. Sin embargo, la reinfección es frecuente.
Es posible encontrar una respuesta inmune humoral, que no parece
conferir especial protección al huésped. Los individuos
con compromiso del estado inmune (inmunodeficiencias primarias como
SIDA; inmunodeficiencias secundarias como tratamiento con drogas
inmunosupresoras, etc.) tienen, a diferencia de los inmunocompetentes,
giardiasis más frecuentes, graves y prolongadas.
La modalidad más frecuente de presentación clínica
de la infección en pacientes pediátricos, es la diarrea
intermitente del lactante mayor o preescolar, acompañada
de dolor cólico abdominal y generalmente desencadenada por
la ingestión de alimentos.
La patogenia de la giardiasis es continuo motivo de debate, ya que
ninguna de las variadas hipótesis propuestas hasta el momento
parece explicar por si sola los efectos clínicos inducidos
por el protozoo, siendo probable que éste actúe a
través de una combinación de diversos factores patogénicos.
La repercusión de la infección por G. intestinalis
en el intestino delgado es habitualmente leve al examen histológico
con microscopio de luz. La atrofia severa de las vellosidades, es
un hecho muy raro, sólo presente en algunos individuos con
inmunodeficiencias graves.
A pesar de que la forma habitual y más práctica de
investigar giardiasis es mediante el examen coproparasitológico
seriado, debe tenerse en cuenta que este procedimiento - por diversas
razones - puede subestimar la infección hasta en un 40% de
los casos. De ahí a que se haya propuesto el tratamiento
empírico cuando en un paciente con fuerte sospecha clínica
y epidemiológica de giardiasis (como por ejemplo en un niño
que asiste a Sala-Cuna o Jardín Infantil) se encuentra negatividad
del examen coproparasitológico. Otros exámenes, no
disponibles aún en nuestro medio tienen una alta sensibilidad
y especificidad, como el ELISA en deposiciones. Al efectuarse un
tratamiento empírico, debe tenerse en cuenta que puede ocurrir
mejoría por razones ajenas a la presunta erradicación
de la G. intestinalis , si se usa metronidazol; este
fármaco es activo entre otros, contra el C. difficile
, la E. histolytica y los anaerobios. Si, por otra
parte, se ha usado furazolidona, puede estarse tratando una infección
por alguna cepa patogénica de E. coli. |
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Enfermedad Celíaca
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Aunque menos frecuente que las enteroparasitosis y la diarrea
crónica inespecífica, como etiología de diarrea
crónica en niños chilenos, esta condición parece
todavía ser la primera causa de mala absorción grave
con desnutrición severa y retardo del crecimiento en pacientes
vistos en servicios de gastroenterología infantil de nuestro
país. En todo caso, su frecuencia parece estar disminuyendo
aunque es posible que se esté subdiagnosticando una sustancial
proporción de casos. No hay cifras actualizadas que permitan
basarse en conclusiones más firmes.
De acuerdo al consenso a que ha llegado la Sociedad Europea de
Gastroenterología Pediátrica y Nutrición, la
enfermedad celíaca se define por las siguientes características.
- Alteración permanente de la mucosa del intestino delgado
mientras el paciente ingiere gluten (contenido en los cereales
trigo, avena, cebada y centeno).
- Mejoría clínica, bioquímica e histológica
al excluír totalmente el gluten de la dieta.
- Recaída ante la reintroducción del gluten, con
reaparición de las lesiones histológicas intestinales
características.
Aunque hay considerable variación entre un paciente y otro
en cuanto a la edad de aparición y al tipo y severidad de
las manifestaciones clínicas predominantes, lo habitual es
que los síntomas se evidencien en el 2 o 3er semestre
de la vida, después de un intervalo variable de latencia,
que sigue a la introducción del gluten en la dieta. Por lo
general, la diarrea se inicia en forma insidiosa, siendo las deposiciones
característicamente voluminosas, pastosas, fétidas
y grasosas, aunque en ocasiones sean francamente líquidas
y ácidas. No se raro que en esta última situación
el paciente sea admitido al hospital con el diagnóstico de
diarrea aguda o prolongada.
En forma progresiva, se va deteriorando el estado nutricional del
paciente, comprometiéndose inicialmente el peso y más
tarde, la estatura. Al cuadro descrito se suelen agregar: vómitos,
anorexia, distensión abdominal, irritabilidad, atrofia muscular,
palidez y otros signos y síntomas que configuran, a la larga,
el aspecto típico con que se ha descrito al niño celíaco.
Es de hacer notar que los enfermos celíacos típicos
- "de libro" - son pacientes en los cuales se ha esperado mucho
antes de tomarse medidas oportunas, y han llegado ya a tener un
grave deterioro de su condición general. Ocasionalmente,
el paciente se presenta al médico con un cuadro atípico
y el motivo de consulta puede ser distinto: retardo del crecimiento
en escolares y adolescentes, pubertad retardada, anemia refractaria
a la terapia habitual, vómitos recurrentes, distensión
abdominal, manifestaciones psiquiátricas semejantes al autismo,
etc. (Tabla 3.3).
Tabla 3.3
Presentación Clínica de la Enfermedad Celíaca
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A.- Típica
- 1) Diarrea crónica (esteatorrea) de iniciación
insidiosa, con compromiso secundario y progresivo del
peso y luego de la talla.
- 2) Iniciación más frecuente en el 2
ó 3er semestre de la vida.
- 3) Vómitos, anorexia, decaimiento, irritabilidad,
retraimiento.
- 4) Hipotrofia muscular, abdomen prominente, meteorismo,
edema, palidez de piel y mucosas.
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B.- Atípica
- 1) Iniciación tardía o presentación
sin diarrea aparente, con otros síntomas predominantes
o únicos: anemia, baja estatura, problemas psiquiátricos,
infertilidad, raquitismo, etc.
- 2) Iniciación muy precoz, con síndrome
diarreico de evolución prolongada "intratable"
- 3) Crisis celíaca
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En nuestro medio suele transcurrir un tiempo considerable entre
la aparición de las manifestaciones clínicas y el
momento en que el niño es referido al especialista para su
evaluación. Así son frecuentes las instancias en que
sólo una de las manifestaciones predominantes del cuadro,
la desnutrición calórico-proteica, ocupa la atención
del personal encargado de la atención primaria del niño
y se pasa por salto la necesidad de identificar y tratar la causa
del problema, concentrándose los esfuerzos en cambio, en
el seguimiento rutinario del paciente, al cual se le ha adscrito
al programa de desnutridos. El bajo índice de sospecha con
respecto a esta enfermedad, (y en ocasiones la deficiente coordinación
de las intervenciones de salud en el nivel primario) resulta en
una derivación tardía del paciente al especialista.
Por esta razón, el tratamiento es menos efectivo, por haberse
ya producido las secuelas antropométricas parcialmente reversibles
de una desnutrición crónica, al mismo tiempo que se
encuentra una mayor resistencia por parte del enfermo a cumplir
con la dieta prescrita .
Típicamente, al microscopio de luz la lesión histológica
de la enfermedad celíaca se caracteriza por:
a) atrofia de las vellosidades del intestino delgado, con conservación
del grosor total de la mucosa, a expensas de un marcado aumento
de la profundidad de las criptas
b) irregularidades de las células epiteliales, que adoptan
una forma cuboídea, dándole un aspecto seudoestratificado
al epitelio de revestimiento
c) intensa infiltración de la lámina propria con
linfocitos y células plasmáticas, a lo que se suma
la presencia de numerosos linfocitos que migran a través
del epitelio.
Este aspecto histopatológico es más acentuado en
el intestino proximal y va desapareciendo a medida que se avanza
en el sentido distal. Estas alteraciones son características
de la enfermedad celíaca y permiten documentar el diagnóstico
cuando éste ha sido postulado en base a elementos clínicos
y de laboratorio. Sin embargo ellas no son patognomónicas
ya que pueden presentarse ocasionalmente en otras condiciones. No
obstante esta aparente falta de especificidad, debe tenerse en cuenta
que, en nuestro medio, es realmente excepcional que un niño
con una historia clínica de diarrea crónica con mala
absorción, que exhiba una mucosa intestinal plana, y que
mejore con una dieta desprovista de gluten, no tenga una enfermedad
celíaca. Este hecho es una garantía para el clínico
ya que da a éste un alto grado de certeza respecto a que
realmente está en presencia de un caso de enfermedad celíaca,
al momento de documentar en un paciente con una historia clínica
típica, las alteraciones histológicas características
en la primera biopsia y luego ser testigo de la mejoría inducida
por la dieta.
El mecanismo por el cual el gluten daña la mucosa intestinal
no está totalmente claro, pero se sabe que una de las fracciones
polipeptídicas del gluten: la gliadina, es el mediador de
la reacción local que lleva a daño progresivo de la
mucosa, a través de la producción de anticuerpos específicos
contra el gluten. En los individuos genéticamente predispuestos
a desarrollar la enfermedad, la molécula de gliadina se fijaría
específicamente a receptores de membrana de la mucosa intestinal.
Posteriormente, la gliadina (o una fracción de ella) se uniría
a inmunocitos de la lámina propria, los que se sensibilizarían
a la proteína y producirían el resultado descrito.
La incidencia de la enfermedad varía ampliamente entre diversos
países, regiones y grupos étnicos. El oeste, norte
y centro de Europa muestran altas incidencias de la enfermedad,
al igual que Australia y Canadá. En Estados Unidos se la
diagnostica con mucho menor frecuencia. En nuestro país se
ha calculado una incidencia de 1 por cada 1.500 a 2.500 nacidos
vivos, en Santiago.
El diagnóstico de la enfermedad requiere en todos los casos,
la comprobación histológica de las alteraciones intestinales
características de la enfermedad, mediante una biopsia peroral
o endoscópica de duodeno o yeyuno (Tabla 4). Lamentablemente
aún es frecuente encontrar en la práctica médica
la existencia de los llamados "ensayos clínicos", en los
cuales se excluye empíricamente el gluten de la dieta en
pacientes con diarrea crónica de etiología poco clara.
Tal actitud genera indudable confusión en médicos,
pacientes y familiares de éstos. La prescindencia de la biopsia
intestinal en el diagnóstico de la enfermedad celíaca
lleva a sobrediagnóstico en algunos casos (como en la situación
antes descrita) y a subdiagnóstico en otros. Como en toda
enfermedad crónica de consecuencias potencialmente graves,
el diagnóstico debe descansar sobre bases sólidas
e incuestionables. Con el objeto de seleccionar pacientes para una
biopsia intestinal, se ha tendido a usar exámenes de evaluación
de absorción intestinal (xilosa, caroteno), y más
recientemente, otros que determinan la presencia de ciertos anticuerpos
más o menos característicos de la enfermedad celíaca.
Entre estos últimos cabe mencionar los anticuerpos antigliadina,
antirreticulina y muy especialmente antiendomisio. A todos ellos
se les ha atribuído alta sensibilidad y especificidad. En
el caso de los anticuerpos antiendomisio, la sensibilidad parece
acercarse al 100% y la especificidad pasa de 90%. Sin embargo estas
cifras de la literatura no pueden automáticamente extrapolarse
a todos los laboratorios, ya que las pruebas mencionadas tienen
rigurosas exigencias técnicas y deben ser apropiadamente
validadas en una población local, antes de ser usadas comercialmente
en dicho grupo.
Tabla 3.4
Definición y criterio diagnóstico de Enfermedad
Celíaca
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A.- Definición
Intolerancia permanente al gluten de la dieta,
que produce una enteropatía, caracterizada por atrofia
vellositaria de la mucosa del intestino delgado y que lleva
a diarrea crónica con mala absorción.
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B. Criterio Diagnóstico (Sociedad Europea de Gastroenterología
Pediátrica y Nutrición)
Primera biopsia
Mucosa intestinal plana en un paciente que consume gluten
(y que presenta manifestaciones clínicas y bioquímicas
compatibles con un síndrome de mala absorción)
Segunda biopsia
Mejoría clínica, bioquímica e histológica
después de suprimir totalmente el gluten de la
dieta:
Tercera biopsia
Recaída histológica (y bioquímica)
al reintroducir gluten a la dieta. (No es un objetivo
de la contraprueba, ni es deseable, el inducir recaída
clínica)
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Con respecto al tratamiento de la enfermedad celíaca, para
obtenerse una remisión completa de las anormalidades clínicas,
bioquímicas e histológicas, el paciente debe eliminar
en forma absoluta y permanente el gluten de la dieta. La aparente
tolerancia que algunos adolescentes o adultos celíacos desarrollan
al transgredir el régimen es engañosa, puesto que
se limita sólo a las manifestaciones clínicas más
visibles, manteniéndose las lesiones histológicas,
un grado variable de mala absorción y la predisposición
a complicaciones. Entre estas últimas cabe mencionar el retardo
del crecimiento, el retraso de la pubertad, la infertilidad, la
anemia, y la proclividad a desarrollar - varias décadas más
tarde - ciertas neoplasias del aparato digestivo. La acción
coordinada de médicos, nutricionistas y voluntarios de la
comunidad, permite conseguir los objetivos terapéuticos deseados
y minimizar los efectos deletéreos a corto y a largo plazo.
A la indicación de supresión del gluten, debe sumarse
la prescripción de minerales (hierro, zinc, potasio en ciertos
caos) y vitaminas (especialmente las vitaminas liposolubles), nutrientes
todos que están en carencia en el paciente celíaco.
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Criptosporidiosis
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Es la infección producida por el Cryptosporidium
parvum , un protozoo, que infecta a los humanos y a varias
especies animales. La forma infectante es el ooquiste, de 3 micrones
de diámetro. Como los ooquistes se eliminan por las deposiciones,
el mecanismo de trasmisión de la criptosporidiosis, es fecal-oral,
tal como el de la giardiasis y otras enteroparasitosis. La incidencia
de la infección es relativamente alta en Salas-cuna y jardines
infantiles.
Alrededor del 50% de los niños que excretan sólo
Cryptosporidium en las heces presentan diarrea crónica,
que en la mayor parte de los casos ocurre en los dos primeros años
de vida. La criptosporidiosis intestinal se caracteriza por diarrea
líquida más o menos profusa, en cierto modo indistinguible
de la diarrea provocada por otros patógenos, pero al igual
que la giardiasis, puede ser asintomática en algunos individuos.
Además de la diarrea se ha descrito: fiebre baja, anorexia,
náuseas y decaimiento. Se ha descrito una enteropatía
leve a moderada en los niños inmunocompetentes con criptosporidiosis,
sometidos a biopsia duodenal y la mayoría de ellos muestran
adherencia del parásito al ribete estriado.
En la mayor parte de los individuos sanos, la criptosporidiosis
intestinal es autolimitada. Los sujetos inmunodeficientes con criptosporidiosis,
por otra parte, manifiestan una enfermedad muy grave y prolongada.
Inclusive, algunos presentan complicaciones biliares, a causa de
la infección del tracto biliar por el parásito. Al
igual que en giardiasis, mientras menor es el paciente, mayor frecuencia
e intensidad de síntomas presenta. En algunos brotes en Salas-Cuna
o jardines infantiles, los episodios de diarrea han durado hasta
4 semanas.
En Chile, alrededor de un 5 a 10% de los niños con diarrea,
hospitalizados por esta causa, o que enferman de diarrea mientras
permanecen en el hospital, tienen C. parvum en sus
heces, habitualmente como único microorganismo, aunque en
otras ocasiones se asocia con otros.
No parece haber un fármaco que erradique con seguridad el
Cryptosporidium . Se han comunicado resultados favorables
en informes anecdóticos, sobre uso de azitromicina en niños
con cáncer, afectados de diarrea asociada a Cryptosporidium
, que no respondía a otras medidas. También
se ha usado espiromicina para erradicar el parásito, con
resultados variables. |
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Diarrea asociada a antibioticos
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Esta entidad produce sus efectos a través de diversos
mecanismos. Uno de ellos es la erradicación de la flora intestinal
que coopera en el "rescate" y recuperación de hidratos de
carbono no absorbidos, en el lumen intestinal. En este caso se produce
diarrea, principalmente por una mala absorción temporal de
hidratos de carbono. Sin embargo, la forma más conocida de
diarrea asociada a uso de antibióticos es la vinculada al
Clostridium difficile , bacteria que se sobreimplanta
en el intestino grueso al ser eliminada la flora residente y actúa
por un mecanismo diferente al recién descrito, ya que lo
hace por medio de toxinas. En los últimos años ha
sido cada vez más claro que el C. difficile
puede producir infecciones de muy variada repercusión clínica:
desde diarreas leves e intermitentes, hasta la característica
y gravísima colitis seudomembranosa. Este germen actúa
a través de la presencia de 2 potentes exotoxinas (A y B),
cuya presencia en las heces, (determinada por un ensayo de citotoxidad
en fibroblastos que detecta la toxina B), permite confirmar el diagnóstico,
ya que la positividad del cultivo para el patógeno no indica
necesariamente la producción de toxina. Un método
alternativo es un inmunoensayo enzimático (ELISA) para ambas
toxinas. En nuestro medio no hay estadísticas confiables
sobre la frecuencia de la infección clínica por C.
difficile en niños, pero es probable que ésta
sea relativamente alta. En la mayoría de los neonatos la
presencia de toxina de C. difficile fecal no está
asociada a síntomas probablemente por la carencia del receptor
para la toxina, en contraste con los niños mayores, especialmente
a partir de los 6 años, en que las cepas de C. difficile
productoras de toxinas, ocasionan diarreas recurrentes, meteorismo,
dolor abdominal e inclusive, prolapso rectal. En la mayoría
de los pacientes afectados, la infección parece no llegar
a adoptar la modalidad de colitis seudomembranosa, y el compromiso
endocópico e histológico de la mucosa del colon corresponde
más bien al de una colitis inespecífica y de poca
extensión.
La responsabilidad clínica del C. difficile
en la diarreas mencionadas se confirma por la positividad de las
toxinas correspondientes en las heces del paciente. Esta prueba
está disponible sólo en contados laboratorios en nuestro
país. Una estrategia terapéutica actualizada y particularmente
práctica contempla el uso de metronidazol, que puede repetirse
una segunda y hasta una tercera vez, si el paciente recae con la
toxina del C. difficile , dejando el empleo de vancomicina
para los casos (inusuales) de resistencia comprobada al metronidazol.
El objetivo es eliminar la fuente de toxinas y permitir la recuperación
del epitelio ya dañado por las toxinas liberadas. |
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Intolerancia a carbohidratos
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La intolerancia a carbohidratos es la manifestación de
una deficiencia enzimática primaria (congénita) o
secundaria (adquirida) que afecta la digestión o absorción
de los carbohidratos. En la práctica clínica la única
deficiencia primarias de cierta frecuencia es la intolerancia primaria
a la sacarosa por deficiencia congénita de la disacaridasa
sacarasa/isomaltasa (también denominada sacarasa-alfadextrinasa).
En esta entidad, la diarrea comienza con las primeras ingestiones
de alimentos con sacarosa (azúcar de caña), tales
como: fórmulas lácteas, jugos o postres.
Las heces son característicamente ácidas (ph menor
o igual a 5,5), y contienen además, elevadas concentraciones
de sustancias reductoras (especialmente si la prueba se hace tras
hidrólisis ácida y en calor.) Esta entidad suele ser
pasada por alto, y diagnosticada, erróneamente como una intolerancia
secundaria a lactosa, por lo que los pacientes suelen ser objeto
de variados cambios empíricos de la dieta, derivándose
generalmente tarde al especialista, ya con desnutrición establecida.
Otras deficiencias primarias que han sido descritas son las raras
condiciones en que hay déficit congénito en el transporte
de monosacáridos. La deficiencia congénita de lactasa
practicamente no ha sido descrita, excepto por unos escasos y dudosos
informes que se remontan a décadas atrás.
Las deficiencias secundarias de disacaridasas son la consecuencia
de lesiones anatómicas que dañan la mucosa y por tanto
el ribete en cepillo donde estas enzimas normalmente se ubican.
Estas lesiones teóricamente ocurren en caso de infecciones
intestinales, inflamación crónica del intestino delgado,
y en cualquier enfermedad que altere la estructura normal de la
vellosidades, conduciendo a un déficit en la expresión
de las enzimas de ubicación más superficial inicialmente,
(lactasa) y luego en aquellas ubicadas más profundamente
en la vellosidad (sacarasa/isomaltasa y glucoamilasa), en casos
de daño más marcado. La naturaleza no invasora de
la mayoría de las infecciones del intestino delgado, así
como su distribución parcelar, determinan que estas consideraciones
teóricas no tengan mayor relevancia en la practica clínica,
siendo la intolerancia secundaria a la lactosa más bien un
epifenómeno que no debiera inducir a "tentaciones" terapéuticas
innecesarias. En subgrupos específicos, como niños
previamente desnutridos o en casos de diarrea prolongada muy severa,
estos factores tienen cierto papel fisiopatológico.
Finalmente existe una entidad llamada intolerancia "racial" a la
lactosa o de tardía aparición o "tipo adulto", que
corresponde a la declinación fisiológica de la lactasa
durante la niñez, que sucede con distinta frecuencia en algunas
poblaciones étnicas. Estos niños mayores y adolescentes
experimentan diarrea explosiva, dolor y distensión abdominal
después de la ingestión de productos lácteos.
El uso de aditivos enzimáticos (lactasa en gotas o tabletas)
a los productos lácteos al momento de consumirlos reduce
la tasa de lactasa potencialmente productora de síntomas.
Esta entidad no se presenta antes de los 4-5 años de edad
y su frecuencia no está bien estudiada en nuestro medio.
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Enfermedades inflamatorias intestinales
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La colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn son
las 2 formas principales de enfermedad inflamatoria intestinal.
La colitis ulcerosa se caracteriza por compromiso continuo de la
mucosa rectal y colónica, con leve inflamación en
la submucosa pero sin afectar la capa muscular y serosa de la pared
intestinal. La enfermedad de Crohn puede afectar cualquier parte
del tracto gastrointestinal, desde la boca hasta el ano, y causar
inflamación transmural de la pared intestinal. La mayoría
de los casos pediátricos se presentan en niños mayores
de 10 años; sin embargo la enfermedad inflamatoria intestinal
ha sido descrita inclusive en lactantes. Los mecanismos fisiopatológicos
de éstas enfermedades son desconocidos, pero es probable
que ciertos factores genéticos establezcan susceptibilidad
y la enfermedad se desencadene por factores externos tales como
infecciones, agentes ambientales o de la dieta, en el contexto de
un sistema inmune alterado. La características epidemiológicas
de ambas entidades son similares, pero diferencias clínicas,
radiológicas e histológicas permiten hacer el diagnóstico
diferencial en la mayoría de los casos. Dolor abdominal,
pérdida de peso, vómito, nausea, y enfermedad perianal
son comunes en la enfermedad de Crohn, mientras que diarrea y hematoquezia
es más frecuente en colitis ulcerosa. Manifestaciones extraintestinales
(iridociclitis, artritits, dermatitis, etc.) son comunes en ambas
entidades. Biopsias obtenidas a través de una colonoscopía
si bien no patognomónicas, ayudan en el diagnóstico
diferencial. Finalmente, estudios radiológicos contrastados
documentan la extensión de la enfermedad en el intestino
delgado o la extensión en el colon, asi como la presencia
de secuelas (estenosis) o complicaciones (megacolon tóxico).
Estos niños deben ser referidos precozmente al especialista
ya que el manejo es complejo e involucra el uso de esteroides, 5-ASA
(derivados del ácido 5-amino-salicílico), antibióticos
e inmunosupresores, asi como también terapia nutricional
intensiva, apoyo sicológico, y cirugía en el caso
de complicaciones o como alternativa terapéutica en casos
refractarios a terapia médica. |
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Fibrosis Quística del Páncreas (FQ)
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Esta enfermedad genética, multisistémica
y progresiva consiste básicamente en una tubulopatía
obstructiva que afecta múltiples órganos, especialmente
páncreas, pulmones, hígado, tubo digestivo, aparato
reproductivo y glándulas sudoríparas. Es la etiología
más frecuente de insuficiencia pancreática exocrina
en la infancia y, consecuentemente, una causa importante de desnutrición
progresiva e insuficiencia pulmonar irreversible en niños
y adolescentes. Constituye la enfermedad de origen genético,
de evolución irreversible, más frecuente en el grupo
étnico "caucásico". Se transmite de un modo autosómico
recesivo. El gen de la FQ se ubica en el cromosoma 7; su producto
es una proteína conocida en inglés por la sigla de
CFTR (cystic fibrosis transmembrane conductance regulator). Numerosas
mutaciones, actualmente conocidas, pueden afectar la producción
o la función de esta proteína. De ellas, la mutación
más frecuentemente descrita es la F 508 (delta F508), que
da cuenta de alrededor de 70% de los genes mutantes en pacientes
con FQ en América del Norte, del 80% de aquéllos de
Europa del Norte, pero de menos del 50% en Europa del Sur y de alrededor
de sólo el 30% en nuestro país.
Para el diagnóstico de FQ se requiere de un resultado anormalmente
alto en el examen de electrólitos del sudor (sodio o cloro
60 mEq/l), habiendo uno o más de los siguientes elementos
clínicos: enfermedad pulmonar obstructiva crónica,
insuficiencia pancreática exocrina o una historia familiar
positiva de FQ. Por la gran variedad de mutaciones conocidas, el
diagnóstico genético de FQ no es siempre posible o
práctico en todos los pacientes.
La patogenia de los defectos en la digestión-absorción
de nutrientes reside principalmente en una insuficiencia pancreática
exocrina - resultante de progresiva fibrosis pancreática
- que afecta a cerca del 85% de los pacientes con FQ. Inclusive,
de los que en un momento dado aparecen con suficiencia pancreática,
un porcentaje desarrolla subsecuentemente insuficiencia. Los individuos
homozigotos para la mutación F 508 tienen una altísima
posibilidad de tener insuficiencia pancreática.
La secreción enzimática del páncreas exocrino
- especialmente de amilasa, tripsina y lipasa - generalmente es
inferior al 2% del nivel normal, y la secreción ductular
de bicarbonato está también considerablemente reducida.
Este último fenómeno resulta en una inadecuada alcalinización
del lumen duodenal, lo que su vez facilita la inactivación
de lipasa y favorece la precipitación de sales biliares,
lo que coopera más aún a la patogenia de la mala absorción.
La esteatorrea, a su vez, contribuye a la pérdida de sales
biliares y ácidos biliares.
Los niños con FQ se desnutren por varios mecanismos:
a) Mala absorción de nutrientes
b) Infecciones respiratorias recurrentes
c) Aumento del gasto energético. Se ha calculado que este
gasto se aproxima al 150% de las recomendaciones estándar
para sujetos de la misma edad, sexo, peso corporal y actividad
física
d) Inadecuada ingesta calórica:. Contrariamente a la creencia
generalizada, los pacientes con FQ son generalmente inapetentes,
a causa de las frecuentes exacerbaciones de infecciones respiratorias,
tos emetizante, dolor abdominal, efectos colaterales de los medicamentos,
etc. A esto se agrega la tendencia - aún ampliamente extendida
- de tratar a los pacientes con FQ con dietas pobres en grasa
y por ello hipocalóricas, monótonas e insípidas,
lo que agrega un componente iatrogénico a la ingesta ya
notoriamente insuficiente de energía. Por último,
en no pocas ocasiones el adolescente con FQ tiene un sentido distorsionado
de su imagen corporal, lo que lo lleva a limitar aún más
su ingesta, de manera similar a lo que sucede en los pacientes
con anorexia nerviosa.
La desnutrición progresiva en el paciente con FQ comienza
a ser evidente en los primeros meses de vida, configurando una curva
de peso típica que se desvía progresivamente de la
curva estándar de los niños del mismo sexo y edad.
Como en otras afecciones que comprometen el estado nutricional,
después de un tiempo en que el compromiso del peso es el
hecho saliente, se hace notar el impacto negativo sobre la estatura.
En algunos pacientes menores de seis meses, la forma de presentación
de la FQ. está dada por la tríada de desnutrición
proteico-energética, anemia y edema por hipoalbuminemia.
También las carencias de micronutrientes son habituales.
La deficiencia de vitamina E y de ácidos grasos esenciales,
por ejemplo, son particularmente prevalentes, aunque a menudo son
subdiagnosticadas.
El adecuado control de las infecciones pulmonares, el suministro
de enzimas pancreáticas y de preparados multivitamínicos
y minerales, la ingesta de una dieta hipercalórica e hiperproteica
y en ciertos casos, el apoyo nutricional intensivo, son intervenciones
que al producir efectos favorables en el área nutricional
en pacientes con FQ, pueden mejorar sustancialmente la calidad de
vida e incluso la sobrevida de estos enfermos.
En las últimas décadas se han popularizado los preparados
enzimáticos que constan de microesferas recubiertas que se
disuelven en el duodeno y son resistentes al pH gástrico.
Aunque estas preparaciones han mejorado considerablemente los efectos
de la suplementación enzimática, aún no consiguen
corregir del todo la esteatorrea. Con el intento de mejorar este
punto, se han usado inhibidores del ácido gástrico
(cimetidina, ranitidina), taurina y otras preparaciones, con resultados
favorables en algunos casos. Más recientemente han aparecido
en el mercado unos preparados enzimáticos con elevadas concentraciones
de enzimas, que han significado un aporte práctico al esquema
terapéutico. En los últimos años se han descrito
varios casos de una nueva complicación de FQ, que consiste
en necrosis y fibrosis de la pared del colon en individuos que ingieren
muy elevadas concentraciones de enzimas pancreáticas. Esta
complicación enfatiza la necesidad de formular las dosis
de enzimas en forma prudente, ajustándola a las necesidades
de cada individuo, y no prescribir dosis altas sin un adecuado fundamento
y evaluación preliminar. |
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Otras etiologías de diarrea crónica
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Los protozoos Dientam ba fragilis
y Blastocystis hominis , que han sido objeto de creciente
atención en los últimos años, parecieran ser
patógenos, en ciertas situaciones, aunque en este punto no
se ha alcanzado aún acuerdo general.
Un grupo variable de pacientes presentan diarrea crónica
como principal manifestación de una enfermedad metabólica,
tal como hiperparatiroidismo, hipertiroidismo, insuficiencia adrenal
y otras. Los lactantes y niños mayores pueden presentar diarrea
crónica como manifestación de una anormalidad
anatómica como malrotación, estenosis, o síndrome
de intestino corto. En todos ellos, ciertos factores anatómicos
y funcionales se combinan para producir diarrea. El sobrecrecimiento
bacteriano se asocia frequentemente a las lesiones antes mencionadas
para producir o agravar la diarrea. En ciertas circunstancias, los
recién nacidos y lactantes pueden presentar diarrea como
principal manifestación de una enterocolitis , ya
sea una enterocolitis necrotizante, una enterocolitis en la enfermedad
de Hirschsprung, o alergia a la proteina de la leche de vaca. La
insuficiencia pancreática se manifiesta como diarrea
no sólo en la FQ, ya descrita, sino también en otras
enfermedades menos frecuentes, como el síndrome de Shwachman-Diamond,
la deficiencia congénita de lipasa o de tripsinógeno.
Ciertos tumores pueden producir diarrea crónica
como consecuencia de una anormalidad anatómica (linfoma)
o como consecuencia de excesiva producción de un secretagogo
(tumores neuroendocrinos: VIPoma, Síndrome de Zollinger-Ellison,
etc.) Existen muchas otras entidades en la práctica clínica
que también pueden presentarse como diarrea crónica
y que no deben ser olvidadas: inmunodeficiencias primarias o secundarias,
diarrea facticia, linfangiectasia intestinal y abetalipoproteinemia.
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Aproximación al paciente con diarrea crónica
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Anamnesis:
Una historia clínica completa e inquisitiva es el eje en
la aproximación diagnóstica del paciente con diarrea
crónica y suele dar un alto índice predictivo si se
siguen los pasos correctos en su obtención. Es vital una
descripción cronológica detallada de la historia alimentaria
y del crecimiento y desarrollo del niño, ojalá graficados
en curvas estándar.
Exámen físico:
particularmente importante evaluar el estado nutricional del paciente,
consignando los índices antropométricos y las carencias
específicas que puedan existir. Al examen físico debe
ponerse especial atención a la evaluación del desarrollo
muscular y del tejido adiposo subcutáneo, a la presencia
de edema, hipocratismo, alteraciones de la piel y mucosas, signos
de enfermedad bronquial obstructiva, distensión abdominal
por meteorismo, cicatrices quirúrgicas abdominales, masas
patológicas y hallazgos al tacto rectal. La estatura y el
peso deben ser valoradas en relación a la edad del paciente
y el peso, además, en relación a la talla. Es frecuente
que los pacientes con mala absorción intestinal y desnutrición
secundaria de larga data presenten peso y estatura bajos en relación
a la edad pero que el peso para la talla sea considerado como normal.
El deterioro nutricional crónico podría ser subestimado
si el examinador se basa sólo en el peso para la talla en
los pacientes en edad escolar.
Exámenes de laboratorio:
Como existe una gran diversidad etiológica en la diarrea
crónica, la solicitud de exámenes complementarios
en niños debe ser altamente individualizada y basada en los
elementos anamnésticos y del examen físico. Algunos
exámenes están dirigidos a evaluar la presencia de
mala absorción y el consecuente compromiso nutricional, mientras
que otros están dirigidos a evaluar distintas alternativas
etiológicas.
1) Exámenes que evalúan mala absorción
a) Generales. La sospecha de mala absorción se puede apoyar
bioquímicamente mediante la determinación del caroteno
sérico y de la d-xilosa sérica de 1 hora. Debe recordarse
que si un lactante no ha estado recibiendo una alimentación
sólida estable, por lo menos durante tres o cuatro meses,
es poco probable que pueda tener niveles séricos "normales"
de caroteno (> 100 g/dl ). Por esta razón no es apropiado
hacer este examen en lactantes menores de siete u ocho meses ya
que puede generar una falsa impresión de anormalidad de
la absorción intestinal. La prueba de "sobrecarga" de caroteno
no ha sido bien estandarizada ni es práctica de realizar
(especialmente en el nivel primario de pocos recursos), por lo
que es preferible, ante la duda, derivar al paciente a un servicio
especializado. La "sobrecarga" puede hacerse suministrando al
niño jugo de zanahoria por lo menos durante 15 días,
en volúmenes de 100 cc./día, pero debe enfatizarse
que la interpretación de los resultados es hasta el momento
arbitraria. Muchos laboratorios clínicos realizan la determinación
del caroteno sérico sin las debidas especificaciones técnicas
ni controles de calidad por lo que los resultados no son confiables.
La prueba de la d-xilosa sérica de 1 hora es cara y relativamente
difícil de realizar, por lo que su uso está restringido
a unos pocos centros especializados. En enfermedades que alteren
estructuralmente la mucosa intestinal absortiva (ej.: enfermedad
celíaca y otras varias enteropatías), tanto el caroteno
como la d-xilosa mostrarán valores anormalmente bajos.
En cambio, en condiciones que determinen una mala absorción
solamente preparietal (fibrosis quística) o postparietal
(linfangiectasia intestinal), estará alterado el caroteno
pero no la d-xilosa. El sobrecrecimiento bacteriano intestinal
tiende a deprimir los niveles de xilosa, aparentemente por excesivo
consumo de esta sustancia por parte de las bacterias. Si el vaciamiento
gástrico es muy lento, esto podría demorar la absorción
de la d-xilosa, generando valores séricos bajos, que podrían
mal interpretarse como secundarios a mala absorción.
b) Mala absorción de grasas. La cuantificación
de la pérdida fecal de grasas (según el método
de van de Kamer y cols.) es estéticamente ingrata y técnicamente
tediosa. Tiene un valor innegable con fines de investigación,
pero en el ejercicio clínico diario, especialmente ambulatorio,
obviamente no es un examen práctico. En la literatura se
ha preconizado el uso de la prueba denominada "esteatocrito",
en la investigación de esteatorrea. Sin embargo, no ha
sido un examen muy reproducible en la práctica y algunos
centros informan de dificultades en su validación.
c) Mala absorción de carbohidratos. La medición
del pH y sustancias reductoras fecales constituyen pruebas in
vitro en la investigación de la mala absorción
de hidratos de carbono. Como tales, tienen defectos que las invalidan
como exámenes apropiados en la toma de decisiones terapéuticas.
Con frecuencia se las pondera como indicadoras de "intolerancia
a hidratos de carbono", que es un concepto clínico mucho
más elaborado que lo que estas pruebas pueden entregar.
Las pruebas de tolerancia a diversos carbohidratos permiten dirigir
una sospecha clínica específica - por ejemplo la
de una deficiencia congénita de sacarasa e isomaltasa -
a su eventual confirmación etiológica, la que requerirá
en último término de una determinación cuantitativa
de las actividades disacaridásicas de la mucosa intestinal
para documentar el defecto básico. La prueba más
confiable actualmente en el diagnóstico de la mala absorción
de hidratos de carbono, en pacientes preescolares y escolares
es la medición de hidrógeno (H2) en aire espirado,
luego de una carga oral del carbohidrato en estudio.
2) Examenes que evalúan etiologías
Ciertos exámenes generales que pueden ser útiles
en la investigación etiológica del paciente con
diarrea crónica son el hemograma, la determinación
de la albúmina sérica y de las otras fracciones
de proteínas plasmáticas (incluyendo las varias
clases de inmunoglobulinas) y el perfil bioquímico como
screening de enfermedades sistémicas y como complemento
en la evaluación nutricional.
Como las enteroparasitosis constituyen una causa frecuente de
diarrea crónica infantil en nuestro medio, es necesario
investigarlas mediante exámenes seriados de deposiciones.
El hallazgo de un parásito fecal, sin embargo, no garantiza
en forma automática que éste sea el responsable
del problema, por la alta frecuencia de infección parasitaria,
en muchos casos en forma de portación asintomática.
Los exámenes parasitológicos convencionales subestiman
la Giardia intestinalis en un porcentaje variable
de los casos, por lo que, en ciertas instancias bien calificadas
en que hay sospechas de esta infección, puede justificarse
realizar un tratamiento empírico. Los exámenes parasitológicos
habituales no reconocen la presencia del criptosporidio; si desea
investigarse este parásito debe solicitarse la tinción
de Ziehl-Nielssen.
La determinación de electrolitos en sudor mediante el
clásico método de Gibson & Cooke es la prueba
definitiva de la fibrosis quística del páncreas
y debe solicitarse en todo paciente con antecedentes de íleo
meconial, neumopatías recurrentes o diarrea crónica
de causa imprecisa, o cuando exista simplemente cualquier elemento
en la historia clínica o familiar que justifique su realización
(síndrome de anemia, edema y falta de progreso ponderal
en recién nacidos y lactantes menores; antecedentes familiares
de fibrosis quística; prolapso rectal recidivante, etc.)
El estudio radiológico del intestino delgado tiene indicaciones
precisas ante la sospecha de defectos anatómicos intestinales
(malrotación, diafragmas intestinales, etc.), de enfermedad
inflamatoria intestinal, de linfangiectasia intestinal o de alteraciones
de la motilidad. El estudio baritado de colon es necesario en
la investigación de una presunta enfermedad inflamatoria
intestinal, ya sea idiopática: colitis ulcerosa, enfermedad
de Crohn, o específica: tuberculosis intestinal, amebiasis,
etc.
En la investigación de todo cuadro diarreico en que se
sospecha compromiso de intestino grueso, la rectosigmoidoscopia
- o mejor aún, la colonoscopia si es posible - es un examen
indispensable y permite no sólo observar el estado de la
mucosa sino también obtener biopsias para estudio histológico
y muestras de mucus o exudado para investigación de agentes
patógenos y sus toxinas.
Cuando se sospecha daño de la mucosa intestinal y especialmente
ante hechos clínicos y de laboratorio sugerentes de enfermedad
celíaca, debe efectuarse precozmente una biopsia intestinal
peroral o endoscópica. En ésta y otras enteropatías,
los hallazgos histológicos tienen un valor apreciable y
proporcionan la base necesaria para la toma de decisiones del
clínico que, en el caso de la enfermedad celíaca,
tienen vigencia por el resto de la vida del sujeto.
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